por Eva Arrilucea
Me piden una reflexión sobre la política de cohesión europea y su impacto sobre las empresas del país, y especialmente sobre las empresas vascas. Esta reflexión nace con la idea de clarificar y enlazar algunos conceptos clave que se oyen y se oirán mucho en los próximos años, y además aprovechar para darle una pasada rápida a algunos de los principales problemas de nuestras empresas vascas.
En octubre de 2011 la Comisión Europea realizó una serie de propuestas orientadas a maximizar la eficacia de la Política de Cohesión europea para el periodo 2014-2020 y avanzar así hacia un sistema europeo más justo para todas las regiones.
Entre las propuestas planteadas destaca la necesidad de plantear una política de cohesión que esté en línea con los diferentes programas nacionales, que esté alineada con los objetivos que han sido definidos para la Estrategia 2020 y que además maximice el impacto de las inversiones realizadas.
En este sentido, la Estrategia 2020 planea una batería de objetivos alineados con la necesidad de construir una Europa que crezca de forma inteligente, sostenible e integrada, y entre estos objetivos se han priorizado específicamente tres: fortalecer la investigación, el desarrollo y la innovación, mejorar el acceso, el uso y la calidad de las tecnologías de la información y la comunicación y mejorar la competitividad de las PYMES. Teniendo en cuenta la coherencia que quiere imprimirse entre los objetivos estratégicos definidos para Europa y el destino de los fondos existentes para implantar la política de cohesión, estos objetivos se convierten en prioritarios a la hora de repartir los fondos FEDER.
Focalizar los esfuerzos en estos tres objetivos no es una decisión arbitraria en tanto que el crecimiento económico y el nivel de innovación son dos factores que habitualmente suelen ir de la mano y por lo tanto, financiar la innovación parece el camino más lógico para poner a Europa en la senda del crecimiento y en mayores niveles de competitividad.
Además, hemos aprendido algunas lecciones importantes en los últimos años derivadas del planteamiento de la Política de Cohesión en el horizonte 2007-2013. En este tiempo hemos visto que existe una importante falta de interacción entre los distintos niveles de gobernanza (locales, municipales, regionales, nacionales, supranacionales) lo que ha derivado en una gran cantidad de duplicidades respecto a las políticas y acciones que se han llevado a cabo y, por consiguiente, en una importante ineficiencia de los fondos públicos destinados al desarrollo de las regiones europeas. Pero también hemos asistido a políticas excesivamente centradas en la creación de capacidades y alejadas del mercado y la demanda, o a políticas enfocadas más en industria y menos en servicios o en otros sectores emergentes.
Todas estas lecciones nos han obligado a plantearnos la próxima política de financiación europea más orientada y focalizada en las capacidades propias de cada territorio. Así han nacido las S3 o estrategias de especialización inteligente. La lógica que subyace detrás de las S3 es simple: se trata de que cada región desarrolle sus estrategias en función de sus propias ventajas competitivas y sus propios recursos y además movilice a los agentes del territorio (incluidas las empresas) bajo una misma visión compartida. El impulso definitivo a estas estrategias viene precisamente de la mano de la financiación, ya que la elaboración de estas estrategias será condición previa para recibir financiación FEDER en el periodo 2014-2020.
Con el objetivo de facilitar a las regiones la elaboración de sus estrategias inteligentes, la Comisión Europea ha elaborado una guía que detalla los contenidos obligatorios que han de contemplar y que se articulan en torno a seis puntos: análisis del potencial regional para la diferenciación a través de la innovación, proceso y gobernanza de la estrategia, elaboración de una visión global para el futuro de la región, selección de prioridades y definición de objetivos, definición de un conjunto coherente de políticas y medidas de apoyo, sincronización y plan de acción, y un sistema de seguimiento y evaluación.
Además, los fondos FEDER contemplan una partida especial dedicada a la promoción de la I+D+i empresarial en España, lo que se conoce como Fondo Tecnológico.Este fondo está pensado para promover la innovación en las empresas españolas, especialmente en aquellas que se encuentran en regiones menos avanzadas y cuyo impulso por tanto supone también una reconversión de las zonas más afectadas por la crisis.
En términos prácticos, la aplicación de este instrumento de financiación se ha traducido en un incremento de la actividad innovadora de las empresas en las regiones de convergencia, aumento del empleo de personal investigador y/o tecnológico, y una mejora de los resultados en cuanto a transferencia de resultados.
Además, de aquí en adelante se prevén algunas medidas concretas adicionales que permitan optimizar la ejecución de este fondo, como financiar el circulante de las empresas innovadoras, establecer nuevos acuerdos con las CCAA para facilitar la ejecución del fondo, establecer anticipos, diseñar convocatorias ad hoc (por ejemplo el FEDER Innterconecta para Andalucia y Galicia), incrementar la tasa de cofinanciación, potenciar a la Red de Políticas Públicas de I+D+i para mejorar el uso de los fondos, incluir grandes proyectos tecnológicamente punteros (como el Buque Oceanográfico IEO y el anillo ferroviario ADIF), o agilizar el flujo financiero para adelantar la percepción de fondos entre otras medidas.
A pesar de que el País Vasco es una región considerada “de competitividad” y por lo tanto no somos una prioridad en el destino de este Fondo Tecnológico, eso no implica que nuestras empresas y el sistema en general no tengamos aún una serie de asignaturas pendientes de aprobar con este u otros instrumentos de soporte.
Nuestras apuestas estratégicas de país por la energía, las nano y las biociencias están claramente definidas y todas ellas contemplan la creación y el impulso de nuevas empresas que permiten y permitirán en el futuro diversificar el tejido productivo vasco hacia sectores de mayor valor añadido. Eso sí, el nivel de desarrollo de este objetivo de creación de empresas es aún muy desigual, tanto como el grado de apoyo que están recibiendo por parte de la Administración Pública. Focalizar bien estas estrategias, convertirlas en nuestras S3 y darles un renovado impulso con todos los instrumentos que se pongan a disposición de esta iniciativa puede ser un soplo de aire fresco para el tejido empresarial vasco.
En general podemos afirmar que nuestro tejido empresarial goza de un importante dinamismo: el gasto empresarial en I+D sobre el PIB es del 1.6, muy por encima de la media de la UE27 que se sitúa en el 1.23. Sin embargo, el gasto en innovación de las empresas vascas se sitúa en el 0.64% de su cifra de negocio, por debajo de la media europea que está en el 0.71%, lo que significa que, aunque las empresas tienen un compromiso claro con la innovación, existe un margen de mejora que no podemos desaprovechar.
Respecto a la presencia internacional de nuestras empresas, es cierto que contamos con algunas bien posicionadas en el exterior y con un importante compromiso con la I+D+i, como Iberdrola, ITP, Fagor, Gamesa, CAF, Faes Farma o CIE Automotive pero la realidad es que las empresas tractoras vascas son pocas y siempre las mismas. Y el mismo análisis se puede hacer extensible a la presencia de las empresas vascas en los programas marcos europeos: a pesar de que Euskadi es la tercera comunidad autónoma en retornos obtenidos dentro del Estado, entre los primeros puestos la única empresa vasca que aparece es Iberdrola en Energía.
Siguiendo con el tema de nuestro posicionamiento exterior, la pregunta no es tanto si somos o no capaces de vender tecnología en el exterior, sino si tenemos tecnología para vender fuera de nuestras fronteras. Y esta es una pregunta clave porque hay dos datos que son especialmente relevantes: el porcentaje de gasto interno en I+D de las manufacturas de alta tecnología sobre el total de manufacturas no sólo no ha aumentado sino que ha disminuido en los últimos diez años con un peso que rondaba el 30% en el año 2000 y que apenas roza el 20% desde el año 2008 hasta hoy. Los cambios de peso en el VAB industrial vasco también revelan un dato preocupante: el peso de los sectores de nivel tecnológico alto en el año 2000 rondaba el 4,4% y es apenas un 3% según datos de 2008 y posteriores. No estamos pivotando el peso de nuestra economía hacia sectores de alto nivel tecnológico lo que supone una barrera formidable en nuestro objetivo de exportar tecnología al exterior y una amenaza real de pérdida de competitividad de nuestras empresas frente al exterior.
Los indicadores de financiación tampoco juegan a favor del tejido empresarial vasco, ni en términos de disponibilidad de capital riesgo ni en gasto público en I+D como porcentaje del PIB (0.48 frente a 0.76 de media europea). Y los resultados en este sentido reflejan que queda mucho por hacer en el aprovechamiento de la innovación por parte de las empresas: las ventas de productos nuevos como porcentaje de cifra de negocio suponen apenas el 8% frente al 13,2 de la media europea y muy lejos de países como Alemania con un porcentaje del 17,4.
Es cierto que la evolución del sistema vasco de innovación en las últimas décadas ha sido ejemplar y también lo es que ni nuestra región ni nuestras empresas son un objetivo prioritario para los fondos de convergencia, pero tenemos mucho trabajo que hacer y es urgente que lo hagamos ya. Basta con recordar que, por primera vez en años, el Índice Europeo de Innovación para Euskadi en 2011 está por debajo de la media europea, lo que significa que terminaremos por perder nuestra ventaja competitiva frente al resto de países y regiones si no hacemos nada por darle la vuelta a la situación.
Algunas fuentes consultadas:
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