«Si crees que eres demasiado pequeño para ser relevante es porque nunca has pasado la noche en la cama con un mosquito.»
Cuando le preguntas a una niña qué quiere ser de mayor, las respuestas suelen ser variadas, divertidas y sorprendentes: «quiero ser cuidadora de dragones, y voy a tener muchos», «voy a ser astronauta repartidor de pizzas a los alienígenas», «voy a ser bombero-policía-motorista». Las respuestas son de lo más variopintas, pero todas tienen algo en común: no hay ninguna respuesta del estilo «quiero vivir tumbado en el sofá sin que nadie sepa que existo». Cuando somos pequeños, nos imaginamos que de mayores seremos relevantes, seremos importantes, y haremos cosas que el resto de la gente (o en su caso, los alienígenas) apreciarán y valorarán.

Natalia no pasea a su bebé los días en los que el detector de aire dice que la calidad es «mejorable». Le da miedo porque el niño es pequeño. Mi vecina María Luisa, sin embargo, es mayor, y lo que le da miedo es vivir sola. También viven solos en Euba, en una casa de acogida de la Diputación, los chavales que esperan el autobús todas las mañanas en Zornotza para ir a estudiar a Bilbao. No conozco sus nombres, pero tienen el mismo color que Ibrahim y Mikel, dos de los amigos de mi hijo mayor, que además tiene una amiga, Ane, que es una niña con pitilín. Es que los tiempos cambian, también en la empresa de Lourdes, que tiene que innovar continuamente para que los chinos no se la coman viva. Como hizo el cáncer con mi amiga Yoli hace unos meses, y para siempre.
Los agentes del sistema vasco de innovación estamos preparados para entrar todas las mañanas por la puerta del trabajo y sentarnos a pensar cómo ayudamos a las personas de arriba. Para que en Euskadi en el 2030 se reduzca la emisión de gases de efecto invernadero en un 50%. Y el desempleo juvenil hasta el 10%. Y para que el 50% de nuestras PYMEs sean innovadoras en producto. Y que también sea 50% el porcentaje de energía que usemos que provenga de fuentes renovables. Queremos luchar contra el cambio climático, queremos contribuir a curar enfermedades que se llevan cada año a miles de personas. Queremos dar soluciones de autonomía y dependencia a las personas que lo necesiten. Queremos crear un país donde todos seamos tratados igual y todos tengamos las mismas oportunidades. Queremos una misión.
Somos pequeños -me decís-, no podemos hacer todo eso nosotros solos.
De una situación en los años 80 con la industria hundida, con unas tasas de paro estratosféricas, con más del 30% de la población activa sin estudios o con estudios básicos, sin universidad, con un entorno social y político marcado por la violencia, hemos pasado a un escenario en el 2019 donde somos de una de las regiones de Europa de alta innovación y con mayor porcentaje de población con estudios superiores, con un peso de la industria sobre el VAB de casi el 22%, con una estabilidad social y política envidiables y con un sistema de innovación maduro, integrado, funcional y eficiente.
No fuimos demasiado pequeños para crear un sistema científico-tecnológico de la nada. No fuimos demasiado pequeños para reconvertir toda nuestra industria en los 80. No fuimos demasiado pequeños para ser excelentes en calidad. No fuimos demasiado pequeños para ser líderes en innovación. Nunca fuimos pequeños para exigir una sociedad donde se viva en paz. ¿Vamos a ser pequeños ahora, cuando es más importante que nunca decidir cómo hacer que la ciencia y la tecnología tengan impacto económico (sí) pero también social y medioambiental?
Suiza es el país más competitivo del mundo. Y también el más innovador. Tiene 8.4 millones de habitantes.
Israel es el país líder en el mundo en la creación e impulso de empresas innovadoras, y ostenta el ratio de inversión en I+D sobre PIB más alto del mundo. Tiene 8.6 millones de habitantes.
Dinamarca está reconocida como la economía digital más avanzada de Europa. Tiene 5.7 millones de habitantes
Nueva Zelanda acaba de anunciar sus primeros presupuestos basados en el bienestar. Está dispuesto a medir su éxito como país en la medida en que sus ciudadanos gocen de altos niveles de bienestar y calidad de vida. Tiene 4.7 millones de habitantes.
Estonia es la sociedad digital más avanzada de Europa. Su misión E-Estonia comenzó hace más de 20 años, y a día de hoy continúa con la totalidad de los servicios dirigidos a la ciudadanía completamente digitalizados (educación, salud, fiscalidad, finanzas, justicia…). Desde 2012 tiene implantado un sistema de ciberseguridad basado en blockchain, y es tan bueno que la OTAN ha establecido en Tallin su sede de protección. Estonia tiene 1.3 millones de habitantes.
Suiza, Dinamarca, Israel, Nueva Zelanda y Estonia son pequeños. Pero eso no les ha impedido ser ambiciosos, tener visión, ser líderes. No les ha impedido responder a los grandes retos y desarrollar soluciones que les han posicionado en el mapa global.
No hay nada en Euskadi que nos impida posicionarnos y buscar soluciones a nuestros retos. No hay nada que nos impida abrirnos y colaborar entre nosotros y fuera de nuestras fronteras, para desarrollar soluciones que solos no podemos hacer. Hasta los más pequeños tienen sueños y quieren ser relevantes. Nuestro problema no es la falta de tamaño. Hagamos que tampoco sea la falta de ambición.