Cuando la pasión se acaba

En el parking del BEC he perdido las llaves del coche. He perdido el resguardo de pago. Y hasta he perdido el coche (como penitencia por no acordarme del color de las columnas de la plaza donde había aparcado, me tiré una hora y media pateándome el parking entero con mis tacones de diez centímetros). Solo me faltaba perderme yo. Y hoy ya lo he conseguido: he salido del piso -1 y siguiendo las indicaciones de salida he llegado al parking -2 donde no había coches, no había luces y solo faltaba que me saltaran media docena de vampiros encima del capó. Y para compensar que ya estaba empezando a agobiarme un poquito con tanta oscuridad y tanta vuelta en círculo, me ha dado por reírme sola dentro del coche. Espero que al menos tuvieran las cámaras apagadas...

Si os estáis preguntando qué hacía yo hoy en el parking del BEC -además del ridículo- os diré que he tenido el placer de escuchar a la Doctora Shirley Kutner, fundadora de la iniciativa BioJerusalem para el desarrollo de la industria bio en Israel. En una presentación de algo más de una hora, la doctora Kutner ha desgranado de forma muy amena unos cuantos ejemplos de emprendimiento; de ideas que surgieron para mejorar el mundo y que finalmente consiguieron llegar a buen puerto. Nos ha hablado de Gavriel Iddan y su cápsula PillCam, gracias a la cual se ha mejorado el diagnóstico de dolencias gastrointestinales y la detección de cánceres y otras patologías. Nos ha hablado de Amit Goffer y su invento Rewalk: un exoesqueleto que permite que personas con movilidad reducida puedan volver a caminar (e incluso a terminar maratones en un ejemplo maravilloso de lo que puede conseguir la voluntad y la perseverancia). Y en esta línea Kutner también nos ha contado el inspirador relato de la misión lanzada por Yariv Bash, Yonatan Winetraub y Kfir Damari para poner su Beresheet en órbita y hacerlo aterrizar en la Luna.

La doctora Kutner nos ha hablado de pasión, de voluntad y de esfuerzo. Nos ha hablado de personas que han luchado durante años para encontrar la solución a problemas que afectan a la calidad de vida de otras miles de personas por todo el mundo. Nos ha hablado de creer en uno mismo y de perseguir los sueños. Nos ha hablado de cómo la tecnología está detrás de muchas de estas soluciones, y se convierte en el vehículo para crear un mundo mejor. “Los emprendedores no lo hacen solo por el dinero -nos ha dicho- lo hacen porque de verdad quieren ayudar a la gente”. Ha sido inspiradora, pero se le ha olvidado hablarnos de algo fundamental: la pasión sola no vale. No es suficiente.

Hoy había mucha gente compartiendo esta charla conmigo. A algunos de ellos los conozco bien: son brillantes, son valientes, se levantan cada mañana pensando en cómo usar su conocimiento para solucionar problemas importantes, entran en el trabajo cada día con una sonrisa y pelean para conseguir proyectos, para mejorar su conocimiento, para que su trabajo no se quede en un artículo de una revista científica que no va a leer nadie. Ni su conocimiento, ni su pasión, ni su capacidad de esforzarse tienen nada que envidiar a los fundadores de Rewalk, de SpacecIL o de PillCam. Pero ellos no salen en las noticias.

Pensaba en eso cuando daba vueltas como una boba por las oscuras tripas del BEC con mi coche. Pensaba en lo diferente que resulta tener una idea en un ecosistema como el israelí, donde existe una apuesta pública y privada por la I+D incontestable (con una inversión por encima del 4% del PIB), donde las empresas, la tecnología y la ciencia mantienen un diálogo constante y profundo que da como resultado grandes ideas en lo que un compañero mío denomina “zonas negras” (aquellas en las que convergen las tecnologías capacitadoras esenciales en una hibridación múltiple), donde existen infraestructuras de soporte que cuentan con los recursos materiales, humanos y financieros necesarios para convertir esas ideas en empresas rentables, donde las empresas tecnológicas son tales, y no empresas de servicios con un barniz tecnológico como apuntaba Xavier Ferrás en su reciente artículo “La burbuja Start-Up”. Es bueno ser un genio apasionado, pero es mucho más práctico serlo en el país adecuado y en el momento correcto.

Uno se harta de entrar por la puerta del trabajo todas las mañanas con una sonrisa ilusionada y salir cada día con cara de payaso. Un país no puede levantarse sobre las costillas de los soñadores. Hay que levantarlo entre todos, creando las condiciones de entorno que hagan posible que las ideas se conviertan en riqueza, apostando por políticas públicas de I+D creíbles, sólidas, ambiciosas y bien direccionadas. Hay que apostar por un sector público potente, emprendedor, que tenga la visión de futuro que el sector privado no tiene, que allane el camino para que este invierta, y que establezca los recursos que permitan redistribuir la riqueza en la sociedad de manera justa y equitativa .

La pasión se acaba. Eso lo sabe cualquiera que alguna vez se haya enamorado. Las relaciones largas pueden empezar con un ataque de pasión desenfrenada, pero no duran sin respeto, sin valores y sin proyectos de largo plazo. Seamos apasionados, pero no seamos ingenuos. Sin políticas públicas sólidas, nunca tendremos amor tecnológico verdadero.

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