¿Qué pasaría en este país si se recortara un 2% el presupuesto de un equipo de futbol de primera división? ¿Y si además ese recorte hubiera venido precedido de otro recorte el año anterior del 4%?
Me recordó a la primera vez en que participé en la asistencia técnica a un plan de ciencia, tecnología e innovación en el País Vasco (allá por 2003), un proceso donde nos planteábamos una meta muy parecida
: “nos comprometemos a llegar al 3% del PIB en gasto en I+D para el 2010”. Nos avalaba la
Agenda de Lisboa. Nos avalaba un Gobierno, el del Lehendakari Ibarretxe, que había hecho de la
innovación, de la ciencia y de la tecnología sus palancas de competitividad, sus pilares para elevar al País Vasco al nivel de las regiones más avanzadas de Europa. Nos avalaban décadas de apoyo al sistema de ciencia y tecnología,
una infraestructura potente en la que muchas de las mentes más brillantes de este país habían focalizado su conocimiento y su esfuerzo desde muchos años atrás. Nos avalaba el orgullo de un sistema que año tras año no paraba de mejorar las cifras. Buenos tiempos para la I+D.
Después empezamos a alargar los plazos. El 3% para 2015. El 3% para 2020. Y luego ya dejamos de hablar del 3%. Todos los noviembres desde 2010 empezamos a mirarnos de reojo, con algo de preocupación: ¿no estaremos viviendo de las rentas? La respuesta nos vuelve a dar en plena cara este año: sí. Estábamos viviendo de las rentas. Y las rentas se han terminado. Nos lo confirma
un famélico 1,93% de gasto en I+D sobre el PIB que parece burlarse del famoso 3% del que ya preferimos ni hablar.
El
Instituto Nacional de Estadística nos sitúa en cabeza del gasto en I+D estatal sobre el PIB (como siempre, con una cifra sensiblemente superior a la ofrecida por el
Instituto Vasco de Estadística), seguidos de Navarra, Madrid y Cataluña. Recuerdo que hubo una época en la que apenas mirábamos de reojo este indicador, tan ocupados como estábamos de medirnos con los mejores.
En este sentido, Europa nos pone en nuestro sitio: con una media del 2,03 (2,11 si tenemos en cuenta a los países de UE18) nos recuerda que no solamente estamos ralentizando el ritmo, sino que además, cada vez la distancia entre ellos y nosotros es mayor.
Para ser honestos, es verdad que
los principales países de referencia en Europa se sostienen sin grandes alegrías: Dinamarca, Alemania, Francia, Austria, dan resultados estables desde 2012 sin grandes incrementos ni caídas, como respuesta defensiva ante la crisis económica global de los últimos años. Eso sí, todos ellos con tasas bastantes más altas que la nuestra.
Tampoco en innovación los resultados de Euskadi son espectaculares. El
Índice Altran 2015 nos ofrece un 0.49, ligeramente superior al dato de la Unión Europea (0.43). Y sospecho que probablemente, actualizado a los datos que acaba de publicar Eustat, este índice sería menor (Altran utiliza como referencia un GERD de 2,09 frente al 1,93 actual). Incluso con este bonus, somos una región con capacidad innovadora media que destaca “
por el peso del sector servicios de alta tecnología y la elevada proporción de investigadores trabajando en empresas”.
Hablando de empresas, y teniendo en cuenta que, desde mi punto de vista, ellas son y serán siempre el centro del sistema, hay algunos datos sobre su comportamiento que creo que merece la pena tener en cuenta, más allá del “dato maldito”. Aunque en términos absolutos las empresas están ejecutando menos gasto que en años anteriores, el porcentaje se mantiene en un estable 75% sobre el total, frente al 18% de la Enseñanza Superior y alrededor del 7% de la Administración Pública. También es interesante constatar que ha aumentado el número de empresas que hacen I+D, tanto en el caso de las PYMES como en el caso de las empresas grandes. Y este incremento se ha dado en todos los niveles tecnológicos, aunque predominan las empresas que hacen I+D dentro del sector manufacturero de media-baja tecnología (331) frente a las del media-alta tecnología (284) y alta, que siguen siendo minoría frente a los dos grupos anteriores (55). Sin embargo, el gasto interno en I+D de las empresas continúa disminuyendo siguiendo la tendencia de años anteriores y la partida que muestra una mayor caída es precisamente la de gastos de capital (equipos e instrumentos, sobre todo).
Respecto a la financiación, las empresas siguen siendo las líderes con un porcentaje ligeramente creciente en los últimos años y actualmente en torno al 57% del total. Las administraciones públicas por su parte financian el 32% del total en una tendencia claramente descendente desde 2010.
De nuevo, a nivel global, tampoco tenemos demasiado que decir en este tema. De entre las
1.000 empresas que más invierten en I+D en el mundo en 2015, sólo 8 son españolas y ninguna de ella es vasca. No es únicamente un tema de hacer bulto, también se trata del volumen de inversión. Volkswagen, ella solita, (la primera del ranking) invierte 5 veces más que todas las empresas españolas juntas, 11 veces más de lo que ha invertido Euskadi en 2014.
Yo también tenía la esperanza de que este fin de semana aquí la gente se lanzara a la calle y se tirara de los pelos encabezando pancartas con el eslogan: “Salvemos la I+D”. Esperaba encendidas tertulias en las cadenas de radio y televisión llenas de individuos con corbata y semblante grave anticipando los negros presagios que nos aguardan como sigamos por este camino de desinversión y de descreimiento. Pero no. Ni una miserable reseña en el periódico, ni un comentario de pasada en el telediario. Como mucho, algún paracaidista que no tiene mucha idea de qué es esto de la I+D pero que ha visto que se puede usar como arma arrojadiza en época electoral y está a ver si suena la flauta. Y todo ello resumido en la sabiduría de la señora Carmen que me ayuda con la plancha una vez por semana: ¿Recortes en investigación? ¿Y eso para qué es? Ah, lo que trabajas tú, ¿no? Pobrecilla, normal que estés preocupada…