Los jefes tienen mala prensa. Si no me crees, haz la prueba. Metes en Google “mi jefe es un” y las primeras palabras que te ofrece el buscador son “tirano”, “psicópata”, “explotador” y “capullo”. A elegir. Si los robots te parecen criaturas muy graciosas, te sugiero que eches un vistazo al capítulo Metalhead de Black Mirror y luego al último video que Boston Dynamics ha colgado de su “perrobot”. ¿A que ya no te caen tan bien? La verdad es que, con antecedentes como estos, la idea de un jefe-robot ya nace con serios problemas de marketing. Pero, ¿evolucionamos hacia los jefes-robot? ¿Cuáles son los principales retos de dirección a los que se enfrentan las empresas?
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Para empezar, la revolución 4.0 pone patas arriba los modelos de negocio de las empresas tradicionales
con cambios en las tecnologías, en los procesos y en las formas de interacción a lo largo de la cadena de valor. Cambia la
relación entre los niveles ejecutivos y operativo, con una mayor interacción que facilita la transmisión de conocimiento entre los “trabajadores” y los “jefes”. Se crea un
delicado equilibrio entre la automatización de las plantas y la personalización de la demanda para mantener la entrega satisfactoria de productos de calidad. Además, hay que absorber nuevos conceptos que los directivos tradicionales ni se planteaban, como
servitización, big data y
gestión de riesgos asociados a ciberseguridad, o lidiar con nuevas estructuras organizacionales, culturas digitales,
impactos sociales o factores medioambientales. Todo esto sin perder de vista que el modelo de negocio resultante tiene que arropar una propuesta de valor innovadora, diferencial y atractiva para el mercado.
Buscar a las personas adecuadas para trabajar tampoco será una tarea fácil para el directivo 4.0. Hemos hablado largo y tendido de los
empleos del futuro, de los nuevos perfiles que se demandan y también hemos dicho que deberíamos poner el foco más en cuál será la
nueva estructura de empleo y menos en cuántos empleos se van a destruir
. La gran amenaza para el empleo no son los robots, sino la incapacidad de ser competitivos y, en ese sentido, es fundamental que el sector empresarial mantenga una buena comunicación con el sistema educativo y también con el sistema tecnológico. Los directivos (
algunos los llaman ya tecnománagers) pasan de ser “gestores de personas” a ser “
gestores de personas y máquinas”, en un entorno de trabajo tecnológico en el que la dimensión humana cobra una especial importancia (human-centered workplace) y donde la transparencia y la comunicación son factores clave para mejorar la productividad, reducir la rotación de personal, optimizar los costes e innovar.
A estas alturas, decir que el directivo del futuro tiene que apostar por la colaboración es una obviedad. Eso lo saben hasta los robots o, mejor dicho, los cobots, robots colaborativos que trabajan compartiendo el espacio con los humanos, y que plantean un desafío enorme para los empleados y para los directivos. No se trata solo del miedo a que los robots nos quiten el trabajo, ahora también hay que gestionar el miedo a que nos pisen, nos corten o nos atrapen. Y hay que gestionarlo porque los cobots vienen para quedarse. Se dice que, para el 2025,
los cobots serán el 34% de la venta total de robots y, aunque hay un baile importante de cifras cuando se trata de estimar el mercado, todas las fuentes hablan de varios billones. Aunque empresas como
Nissan,
BMW o
Ford hace tiempo que gestionan máquinas y personas trabajando juntas en las líneas de montaje, todavía hay trabajo por hacer para que la colaboración entre humanos y máquinas sea todo lo fluida que debería. Hay
estudios recientes que demuestran que no solamente los humanos les ponemos cara rara a nuestros compañeros metálicos, sino que, además, la cara que les ponemos es diferente dependiendo de si somos jóvenes o ancianos, o si venimos de Asia, Europa o América. Ni en eso nos ponemos de acuerdo.
Por otro lado, la regulación va a ser el gran quebradero de cabeza para los directivos de las empresas 4.0 en los próximos años. Y además desde varios puntos de vista. Está, por ejemplo, la legislación que afecta a los robots, que ahora mismo va muy avanzada en países como Estados Unidos, Japón y Corea del Sur y que en Europa se debate en torno a dos cuestiones: cuándo hay que regular y con qué intensidad hay que hacerlo. Tampoco se puede perder de vista cómo va a evolucionar la legislación que regula el
acceso, la fiabilidad y la propiedad de los datos, o la
protección de los activos intangibles, que son fundamentales para la propuesta de valor de las empresas 4.0. Y luego está la gestión de las sorpresas de última hora, como que a alguien se le ocurra
gravar el uso de la tecnología en las empresas para compensar el descenso de la recaudación por rentas del trabajo.
Si te parece ciencia-ficción que una máquina pueda gestionar todos estos retos, deberías echarle un vistazo a estas declaraciones del político británico Philip Hammond augurando un
gobierno gestionado por robots para el año 2030, o a
estas otras del CEO de Alibaba que piensa que en 30 años la cara que adornará la portada del Time Magazine como mejor CEO del año será una cara de robot.
Cuando el río suena, agua lleva. Y ya que hablamos de agua, nunca digas de esta agua no beberé ni este robot nunca será mi jefe. Por si las moscas.