Las mujeres en Bizkaia: cómo somos, cómo se nos ve.

Acaba de salir publicado el libro «Emakumeak Bizkaian: nolakoak gara, nola ikusten gaituzte. Las mujeres en Bizkaia; cómo somos, cómo se nos ve«. Este libro es el resultado de las jornadas que organizamos desde la Comisión de Bizkaia de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en febrero de 2020, y para las que contamos con una variedad de expertas y expertos que compartieron y debatieron su visión del papel de la mujer de Bizkaia en aspectos como el deporte, las redes sociales, la gestión creativa o los retos sociales.

Fue precisamente este último bloque «La mujer frente a los retos sociales» el que tuve la suerte de coordinar, diseñando el enfoque, definiendo el marco de debate y eligiendo personalmente a las personas expertas que me acompañaron en la mesa. Abusando de su confianza y de la amistad que nos une , arrastré conmigo a la mesa a mi compañera de Tecnalia, Ana Ayerbe, a la Directora de Identidad Digital de la Universidad de Deusto, Lorena Fernández, al Decano de la Facultad de Ciencias Económica y Empresariales de Sarriko – Universidad del País Vasco, Jon Barrutia, y a la directora de la Agencia Vasca de Innovación, Leire Bilbao.

Como hice en la primera edición de estas jornadas en 2019, en esta también aproveché para convertir mi presentación de la mesa en una pequeña ponencia, para compartir con mis compañeros de mesa y con todos y todas las asistentes, algunos datos que me parecían interesantes, relevantes y hasta divertidos, para entender el papel de las mujeres frente al cambio tecnológico, digital y social en el que estamos inmersos. Dejo aquí mi reflexión, contenida en el libro y que también puede consultarse en esta dirección.

SIN VOTO, SIN FUERZA Y SIN FORMACIÓN

En siglo XVIII los hermanos Elhuyar lograron aislar el Wolframio en Bergara (País Vasco) en lo que constituye, probablemente, uno de los descubrimientos científicos más interesantes de la ciencia vasca.
Hoy en día el Wolframio está considerado por la Comisión Europea como una materia prima crítica y es un mineral estratégico a nivel mundial. Está presente en blindajes, en municiones, en las cabezas de los cohetes y en los teléfonos móviles, y su precio se dispara día a día. Sin embargo, el aislamiento del Wolframio nunca fue un objetivo en sí mismo. El rey Carlos III estaba ansioso por conocer la técnica que usaban los escoceses para fabricar los mejores cañones del mundo y, como no podía acceder a ese conocimiento de manera directa, ideó una misión de espionaje digna de una película de James Bond en la que involucró al Secretario de la Marina, Pedro Gonzalez de Castejón, al capitán de navío José Vicente de Mazarredo y a la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País. Como resultado de todo el conocimiento que los hermanos Elhuyar adquirieron para poder acometer con éxito la misión, aislaron el wolframio, en Bergara, en septiembre de 1783.

Esta anécdota histórica no es un hecho aislado. Si no fuera por hombres de estado o de negocios que buscaban ganar guerras o tener más poder, ni Colón hubiera descubierto América en el siglo XV, ni Elcano hubiera dado la vuelta al mundo en el siglo XVI, ni Neil Amstrong hubiera puesto el pie sobre la Luna en el siglo XX. No veréis grandes avances en la psicología infantil o en el cuidado de la salud prenatal de las mujeres durante la Edad Media, simplemente porque esta disciplina no ayudaba a ampliar fronteras, ganar guerras o conseguir poder. Y con las mujeres pasaba lo mismo: no tenían voto, no tenían fuerza física y, de manera general, no tenían formación. En lo que al poder se refiere, las mujeres no existían.

Podría pensarse que esta situación iba a revertirse con la llegada de la industrialización y con el nacimiento de nuevos puestos de trabajo que no eran tan dependientes de la fuerza física, pero no fue así. La entrada de la tecnología y los desarrollos derivados del conocimiento supusieron una verdadera revolución para el tejido productivo vasco de finales del siglo XIX. En Bizkaia vieron la luz descubrimientos tan relevantes como los altos hornos de Martín-Siemens, el convertidor Bessemer para la producción de acero, o las máquinas de coser Singer que cambiaron radicalmente el sistema productivo conocido hasta la fecha.

También se desarrollaron nuevas infraestructuras, como el nuevo puerto exterior de Bilbao (1877) de la mano de Evaristo de Churruca y Brunet, que supuso un factor de crecimiento fundamental para la industria minera y los astilleros, o nuevas infraestructuras de educación como la Escuela de Artes y Oficios de Achuri (1879), donde las mujeres podían matricularse en dibujo y adorno, y cortes de vestidos, pero no en los estudios de geometría, construcción o electricidad, que estaban en exclusiva reservados a los varones. Además, todo este progreso no podría entenderse sin las nuevas formas de financiación, que añadieron capital local al que venía de Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania y que contaron con el apoyo del Banco de Bilbao, que había sido creado en 1857, y el Banco de Vizcaya, que tuvo un papel fundamental en la fundación de Hidroeléctrica Ibérica en 1901. Igualmente importante fue el primer Concierto Económico de 1878 (Real Decreto, 1978), que permitió a las diputaciones autonomía fiscal fundamental para el crecimiento industrial de la época.

Sin embargo, desde el punto de vista social, y en lo que respecta a las mujeres, las cosas no cambiaron significativamente: en 1886, las mujeres vascas tenían un promedio de 4 hijos, pero el 40% de los niños morían antes de cumplir los 15 años. La esperanza de vida de las mujeres apenas rozaba los 35 años y la principal causa de muerte entre ellas era la proliferación de enfermedades infecciosas o parasitarias.
Por otro lado, aunque en general los salarios de los trabajadores no cualificados estaban en el nivel de subsistencia, las mujeres ganaban la mitad que los varones y el trabajo infantil no era del todo desconocido (Ruzafa, 1998). Es representativo un anuncio de la época, encontrado en el Noticiero Bilbaíno, en su edición del sábado, 25 de agosto de 1888, donde se anunciaba el Taller de Maquinaria de los Hijos de Roldán, situado en Campo Volantín, Bilbao y textualmente decía: “Estas máquinas tienen todos los soportes de bronce y varias piezas de acero: basta un hombre para cargar, una mujer o un chico hábil para cortar, y dos o tres niños para conducirlo al secadero”.

LAS PRIMERAS SEÑALES DE CAMBIO

No fue hasta principios del siglo XX, que empezaron a soplar aires de cambio sobre la posición de las mujeres en la sociedad y en el mercado laboral. Así, en 1910, a través de Real Orden, Alfonso XIII derogó la orden de 1888 que limitaba la matriculación de mujeres considerándolas como alumnas de enseñanza privada y obligando a consultar sus solicitudes para que fueran resueltas de manera individual y de acuerdo con las circunstancias de la demandante (Real Orden, 1910).

Aunque la primera mujer que se matriculó en una universidad española – la universidad de Barcelona- fue María Elena Maseras Ribera, en 1872, antes de la Real Orden de 1910, las mujeres solo podían acceder a los estudios superiores bajo ciertas condiciones, con un permiso especial del Consejo de Ministros y, una vez en el aula, debían atenerse a unas normas únicas para ellas como la obligación de sentarse lejos de sus compañeros varones o de ser escoltadas de un aula a otra para evitar que pudieran caminar solas por el recinto de las facultades.

Con este hito fundamental, se salvaba en parte el segundo escollo, el de la falta de formación que, junto a la falta de fuerza física, tan necesaria para la mayor parte de los trabajos, constituían dos de las tres mayores barreras para la introducción de la mujer en la sociedad y en la economía de una forma efectiva. ¿Qué puede decirse de la tercera barrera, la fata de representación política y del derecho al sufragio?

El movimiento sufragista a favor del voto femenino tiene sus raíces a mediados del siglo XIX donde ya se pueden ver algunas aproximaciones para permitir el voto de las mujeres y su candidatura para cargos políticos. En Europa, el primer país que permitió votar a las mujeres fue Finlandia, en 1907. En España, el sufragio femenino fue aprobado por las Cortes Españolas en 1931. Es muy conocido el discurso de la diputada Clara Campoamor recogido en (Cortes Constituyentes de la República Española, 1931): “…es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que solo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Víctor Cousideraut se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negársele a la mujer”.

LOS RETOS SOCIALES HOY

Hoy, principios del siglo XXI, las mujeres tienen voto, tienen acceso a la formación y vivimos en un mundo donde la fuerza física ya no es determinante para la supervivencia. Nos enfrentamos a desafíos que trascienden las fronteras de los países y el conocimiento aislado de cualquier materia: la pobreza, el hambre, salud universal, educación para todos, ciudades más sostenibles, protección de ecosistemas terrestres y marinos, paz, justicia y, por supuesto, igualdad de género. Naciones Unidas ha definido estos retos en 17 categorías que suponen una guía para resolver la mayor parte de los problemas que afectan a los países en la actualidad (Naciones Unidas, s.f.).

Estos retos lo son también para el País Vasco: reducir la emisión de gases de efecto invernadero, reducir el desempleo juvenil, incrementar el número de empresas innovadoras, incrementar nuestras fuentes de energía renovables, dar soluciones de autonomía y dependencia a las personas que lo necesitan, crear un país donde todos y todas seamos tratados igual y tengamos las mismas oportunidades.

Lo complejo de estos retos es que necesitan respuestas complejas, que tiene que venir de la mano de todos los agentes (agencias públicas, universidad, centros tecnológicos, empresas), y construirse sobre el pilar de las fortalezas que nos caracterizan. La cura del cáncer no va a venir solo de los investigadores; (¿imagináis que fuera posible sin un sistema empresarial que pueda explotar los resultados, sin sistemas de seguridad social que garanticen el acceso de todos los pacientes, sin programas de apoyo terapéutico a los supervivientes, sin psicólogos, sin psiquiatras, sin economistas, sin expertos en fiscalidad?). Ningún país, y mucho menos un país de nuestro tamaño puede permitirse ignorar recursos. Y, desde luego, no puede permitirse ignorar al 50% de la población.

Para solucionar los retos sociales solo hay que cumplir tres sencillas premisas: hay que saber, hay que poder y hay que querer. Y si esto os parece una perogrullada, dejadme que os recuerde la respuesta del gran maestro Paco de Lucía cuando le preguntaron cómo se llega a ser un genio de la música: “cualquiera puede ser un virtuoso de la guitarra -dijo- no tiene ningún misterio. Lo único que tiene que hacer es ensayar doce horas al día, todos los días durante los próximos cuarenta años”.

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